Por: César Iván Velosa Poveda, Director General, Fundación Amanecer.
¿Qué futuro sería el de una sociedad, si sus famiempresarios, sus trabajadores por cuenta propia, sus campesinos, sus artesanos, sus proveedores de alimentos, sus pequeños comerciantes etc., tomaran la decisión de abandonar sus oficios tradicionales, para irse tras de un espejismo, una bonanza, una ilusión?
Distintas hipótesis podríamos hacer: tal vez la del desabastecimiento general de bienes y servicios, que habría de llevarnos a pasar afugias, muchas de ellas no superables, ¿dados el desconocimiento y la falta de destrezas? O tal vez, a pasar de una economía local a una sustentada en la importación nacional, o que tal, ver llegar a muchos foráneos a sustituir la producción local y a imponer las reglas de juego y de mercado. Una más, podría ser el tener que asistir al teatro de la no competitividad, por carecer de las capacidades y habilidades, que hagan sostenible el territorio.
Esa pregunta, con respuestas múltiples, la generó en el área de responsabilidad social de las compañías petroleras fundadoras de Amanecer, lideradas por ECOPETROL, al ser expectantes en 1994 de una de las mayores migraciones internas en la historia de Colombia, atraídos todos por la bonanza de Cusiana y Cupiagua.
Nacía así uno de los activos sociales más importantes del País, una Fundación, que misionalmente se propuso generar condiciones de desarrollo sostenible para el Casanare, acompañando con vocación de servicio a sus pobladores con menores ingresos y espíritu emprendedor; para que contaran con los recursos de financiación y de formación, a la medida de sus sueños y proyectos. Un acompañamiento de valor, que hiciera visible y posible, una economía popular local, en medio de la dinámica que estaba demandando ese “tesoro”, que habría de acelerar la puesta a tono de esa “la otra Colombia”, con el país de las cordilleras y con el mundo.
El Oro negro era altamente demandante de empleo masculino. En ese orden, en tanto, mientras los hombres buscaban oportunidades en la naciente industria, las mujeres debieron velar por los negocios, las fincas, el ganado, las especies menores, las plantas, los obreros, los hijos, su educación, el fomento de valores. Es así como el emprender y sostener las familias y unidades productivas, empieza tener a ese rostro de mujer, que ha sido determinante para la sustentabilidad económica y ambiental de los territorios.
Desde hacer un presupuesto, pasando por la educación financiera, el mercadeo y las técnicas de producción y ventas, el equipo humano de Amanecer se propuso “no quedarse con nada” a la hora de enseñar bajo la metodología de aprender-haciendo. L@s avanzad@s alumn@s pronto potenciaron sus pequeños negocios y pequeñas fincas, organizándose en grupos y núcleos solidarios, para acceder al crédito, fomentar el ahorro y generar proyectos en colectivo. Es@s pioner@s eran habitantes de Yopal, Aguazul y Tauramena.
El voz a voz en los territorios vecinos incrementó la demanda, desbordando muy pronto la proyección inicial de los Fundadores y la delimitación geográfica de su accionar. Después de casi 30 años, más de 130.000 personas han sido beneficiadas. Personas que a diario generan empleo, ingresos, renta local, bienes, servicios y en especial confianza, en que ese 55% de la ocupación informal del sector productivo del País no es un problema, sino por el contrario, una de nuestras mayores fortalezas.
Las mipymes son señaladas como el principal motor para generar empleo en la magnífica Cuenca Hidrográfica del Río Orinoco. ¡Ellas son la esperanza y son la razón!