Jaime Giraldo, Coordinador de Gestión de Conocimiento de la Fundación Promigas.
“La energía es la única moneda de cambio universal: sin transformación de energía no hay nada -nada de nada”. Vaclav Smil
Las aproximaciones a las medidas de pobreza multidimensional en el mundo son relativamente recientes. Hace más de una década, en 2010, fue el lanzamiento del primer Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) global, liderado por la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford (OPHI, por sus siglas en inglés) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El propósito principal, contar con una medición que reflejara las múltiples carencias que enfrentan las personas en situación de pobreza en dimensiones como educación, salud, vivienda, entre otras; entendiendo que las condiciones de vida en los hogares van más allá de la medición de los ingresos.
Colombia no se queda atrás, y en 2011 el Departamento Nacional de Planeación (DNP) diseñó el IPM compuesto por cinco dimensiones: (1) condiciones educativas del hogar, (2) condiciones de la niñez y juventud, (3) salud, (4) trabajo y (5) acceso a servicios públicos domiciliarios y condiciones de la vivienda. Si observamos más a fondo, un ingrediente le falta a esta receta o podría complementarla de forma poderosa: la energía.
Sin duda alguna, la energía en sus múltiples formas impacta el bienestar de la población y facilita alcanzar realizaciones básicas como:
-
-
- Tener una vivienda funcional y liberadora de tiempo, en la que se tienen espacios adecuados para las distintas actividades del hogar, incluyendo el espacio para cocinar, y se cuenta con una dotación que ayuda a reducir el tiempo dedicado a las labores del hogar.
- Aprender y comunicarse con la comunidad y el mundo, al contar con herramientas que mueve la energía, como la conexión a internet, computadores y teléfonos inteligentes.
- Habitar en un territorio equipado para el bien-estar, donde se cuenta con una provisión adecuada y confiable de fuentes de energía que influyen en el funcionamiento de la red de servicios sociales a los que acceden las personas, como, por ejemplo, escuelas, hospitales, oficinas de servicios financieros, entre otras.
-
Es por esto que es importante establecer que no vemos la pobreza energética únicamente como la privación en energía (falta de acceso a energía); sino como el “no tener la posibilidad de llevar a cabo realizaciones humanas básica que usan como medio directo la energía (acceso, vivienda funcional, aprender y comunicarse y territorio equipado).
Bajo este marco, al entender que la energía tiene impactos en la calidad de vida de los hogares, que se requiere hacer una reflexión sistemática para comprender mejor esta interacción, y que, además, no es una dimensión observable y explícita de nuestros indicadores de pobreza, se creó en 2023 el Índice Multidimensional de Pobreza Energética (IMPE), una iniciativa liderada por Promigas, su fundación e Inclusión SAS.
El IMPE se compone de cuatro dimensiones que nos permiten identificar a las personas que simultáneamente tienen carencias en acceso y calidad de la energía, y en tenencia de bienes y dispositivos, que, además no están siendo observadas por las mediciones oficiales de pobreza multidimensional y pobreza monetaria.
Pobreza Energética en Colombia
En Colombia, 18,5% de la población se encuentra en situación de pobreza energética, y esto se agudiza en zonas rurales, donde es 11 veces más alta que en los centros urbanos (47,9 % vs 4,3 %). La brecha aumenta si analizamos la situación entre los departamentos llegando a tener diferencias de 86 puntos porcentuales entre el departamento con menor pobreza energético y el departamento con mayor incidencia en esta materia (1,8 % vs 88,7%).
Este índice es un lente de alta resolución a través del cual logramos identificar que en Colombia hay 9,6 millones de pobres energéticos, y de estas, 3,5 millones son pobres energéticos, pero no son pobres por ingresos.
Así mismo, 6,2 millones son pobres energéticos, pero no son pobres multidimensionales, lo que nos muestra que las medidas de pobreza no alcanzan a identificar a todos los hogares que presentan carencias en cuanto a acceso y calidad de energía, que no cuentan con bienes que contribuyen a una vivienda funcional y liberadora de tiempo, que presentan baja tenencia de dispositivos para aprender y comunicarse, y que, además, tienen acceso precario a infraestructura equipada para el bien-estar.
Una característica notable del método IMPE es su capacidad para desglosar la pobreza energética en la suma de las contribuciones de cada indicador. Esta composición no solo se basa en el porcentaje de privación de cada indicador, sino también en los pesos asignados a cada uno. Es decir, la composición de la pobreza energética depende tanto de las carencias identificadas como de los pesos de las dimensiones e indicadores.
Contar con esta composición es importante porque permiten la generación de una agenda de reducción de pobreza energética en Colombia y en cada Departamento, ya que la descomposición por departamento sugiere que una estrategia de reducción de pobreza energética debería ser diferencial por este nivel territorial. Hay unos departamentos que demandan una estrategia enfocada en el acceso de energía, mientras que otros demandan estrategias enfocadas en el acceso de dispositivos para transformar la energía en bien-estar o equipamientos del territorio.
Las familias en situación de pobreza energética tienen múltiples privaciones en las distintas dimensiones que componen el IMPE. Esto les impide hacer uso de la energía como medio de bien-estar, es decir, no pueden acceder a dispositivos que les permita ahorra tiempo y dinero, que les permita educarse, comunicarse y poder seguir desarrollando capacidades para que logren lo que quieren ser en la vida.
Una persona mejora su bien-estar cuando amplía su conjunto de posibilidades para elegir la vida que quiere vivir, no solamente en términos de logros materiales,
sino también espirituales y mentales. Amartya Sen
Este índice visibiliza los retos que tienen los pobres energéticos en el país:
Conclusiones
El IMPE es una vara más exigente que el acceso a energía y complementa los índices oficiales de pobreza monetaria y multidimensional. Este índice nos permite conocer y entender la magnitud de este problema, identificando brechas en los pobres energéticos como que el 8 % no tiene energía eléctrica, el 61,8 % vive en municipios con mala calidad de energía eléctrica, y el 47,4 % cocina con leña, carbón o desechos.
La composición de la pobreza energética en el país es parte clave de ese entendimiento porque les permite a los actores implementar estrategias de primera generación (acceso a energía) y de segunda y tercera generación (dispositivos que transforman la energía en bien-estar y equipamiento territorial) para contribuir a la reducción de la pobreza energética, pero este instrumento será útil si es capaz de motivar a la acción.
“Lo que nos mueve, con razón suficiente, no es la percepción de que el mundo no es justo del todo, lo cual pocos esperamos, sino que hay injusticias claramente remediables en nuestro entorno que quisiéramos suprimir” Amartya Sen