Llevamos varios años convencidos del potencial de Colombia para ser una de las despensas de alimentos del mundo. Esta creencia normalmente viene acompañada de una visión en la que inversionistas privados desarrollan cultivos tecnificados en amplias extensiones, y muy rara vez nos imaginamos que estos proyectos tecnificados, de alta productividad, con la última tecnología, puedan ser implementados por cooperativas o asociaciones de productores en comunidades vulnerables. ¿por qué no soñar con esta posibilidad?
En general, las asociaciones de productores y empresas asociativas en Colombia son pequeñas, no tienen capital de trabajo, ni acceso a la financiación, tienen muchas debilidades administrativas y operativas, no conocen los mercados y no necesariamente tienen las habilidades para buscar clientes y desarrollar alianzas comerciales. Sin embargo, sabemos que cuando una asociación de productores logra consolidar una línea de negocio, genera grandes impactos en su comunidad que van mas allá de la generación de empleos directos y del pago de precios justos a sus asociados. Además de la función de regulación de precios en la comunidad y de las economías de escala que genera en la comercialización, una empresa asociativa puede generar economías de escala para los productores en la compra de agro insumos (tiendas de agro insumos), en las compras de alimentos (tiendas comunitarias) y visibilizan a comunidades invisibles ante entidades públicas y privadas, convirtiéndose en gestores o garantes de proyectos de bienestar para su comunidad (ambientales, educación, salud, infraestructura, etc), en su territorio.
Llevar a las empresas asociativas a niveles de desarrollo como el descrito, en el que tengan amplias posibilidades de generar impactos sociales, económicos y ambientales en sus territorios requiere de un proceso de acompañamiento empresarial. Sabemos que este proceso toma tiempo y requiere de una inversión económica importante, pero también sabemos que, cuando se logra, los impactos en la comunidad son transformadores.
En iC Fundación vemos a las empresas asociativas como motores del desarrollo en regiones apartadas y estamos comprometidos con acompañar procesos para llevarlas a niveles en los que tengan modelos de negocios sostenibles y cuenten con alianzas comerciales consolidadas. A continuación, presentamos algunas reflexiones que han surgido de nuestro trabajo de los últimos años:
- Fortalecimiento de capacidades empresariales: en un proceso de desarrollo de empresas asociativas, tan importante como lograr que la empresa sea rentable y sostenible, es que los líderes adquieran una visión clara del negocio y tengan las herramientas para poder administrarlo eficientemente. En el sector rural en Colombia hay una gran cantidad de líderes sociales, pero pocos se han dedicado a entenderse y formarse como lideres empresariales. Reconociendo que un negocio puede quebrarse por una condición externa de la noche a la mañana, lo importante, es saber que, de ser necesario volver a empezar, los líderes locales que se han formado empresarialmente podrían volver a empezar procesos empresariales y hacerlo de una mejor manera. Aunque los resultados de un proceso de fortalecimiento son, a veces intangibles, un proceso de desarrollo empresarial en el que la gente no tiene claro su modelo de negocio, sus costos (y como calcularlos), en el que no sabe hablar con sus clientes, en el que no hay una gobernanza clara, etc. será un proceso empresarial insostenible.
- Viabilidad técnica y financiera: aún hoy en día es común encontrar proyectos empresariales asociativos en implementación que han recibido recursos de un donante externo, y que se hicieron sin un análisis de viabilidad financiera o un plan de negocios. Muchas veces esto se debe a que esas donaciones se hacen motivadas por criterios de impacto social o ambiental (no necesariamente empresarial). Como fundaciones interesadas en impulsar procesos sostenibles de desarrollo rural, debemos pensar como inversionistas de impacto, y antes de apoyar un proceso, debemos tener claridad del nivel de desarrollo empresarial de la asociación (y por lo tanto de las necesidades de fortalecimiento), del modelo de negocio que queremos apoyar, de la estrategia de desarrollo que queremos ayudar a implementar, del mercado al que queremos llegar, de las posibles necesidades de capital y ahí sí, con los riesgos y oportunidades claras, apoyar un proceso de desarrollo empresarial asociativo con las inversiones que sean viables y sostenibles.
- Capital de trabajo: El capital de trabajo es a una empresa asociativa, lo que la gasolina a un carro. Usted puede tener el carro recién salido del taller con todo nuevo, al mejor conductor, y el destino y la ruta a seguir clarísima, pero si el carro no tiene gasolina, no va a llegar muy lejos. La financiación del capital de trabajo es un factor que muchas veces no se tiene en cuenta al pensar en los proyectos. Se piensa en todo (fortalecimiento empresarial, agrónomos, maquinaria, misiones comerciales, intercambios de experiencias, empaques, registro de Invima, etc.), pero nunca en la plata que la empresa va a necesitar para pagar nómina, comprar materia prima, pagar servicios, etc. mientras la empresa empieza a recibir los pagos de las primeras facturas y mientras llega a punto de equilibrio. Sin capital de trabajo, no hay negocio.
- ¿Valor agregado?: Es clave implementar procesos de transformación y de agregación de valor, pero siempre y cuando las empresas asociativas estén preparadas para hacerlo. Manejar una fábrica de producción de chocolate requiere de unas habilidades y de una madurez empresarial diferente a la que requiere el negocio de comprar y vender cacao. A veces, en la implementación de proyectos, queremos que personas con poca experiencia en ventas y que no tienen las cuentas de su pequeño negocio claras, monten fábricas y exporten. En las diferentes etapas de una cadena productiva hay muchas formas de agregar valor: Certificaciones de calidad, certificaciones ambientales, procesos de producción, etc., lo importante es que los procesos de agregación de valor deben ser coherentes con los procesos de madurez empresarial (madurez administrativa y financiera).
¿Pensar en grande?: Si, estamos de acuerdo, hay que pensar en grande. Lo que pasa es que pensar en grande no necesariamente significa apoyar asociaciones de miles de productores facturando cientos de miles de millones de pesos al año, con las que implementamos proyectos de miles de millones (de hecho, muy pocas asociaciones en Colombia tienen ventas en miles de millones, y muy pocas están en la capacidad de recibir y administrar eficientemente grandes donaciones). Pensar en grande significa que sean de 10 o de 1000 asociados, podamos lograr que todas las asociaciones de Colombia tengan las capacidades para administrar negocios de alto impacto en sus comunidades, con líderes con visión empresarial y capacidades para gestionar alianzas comerciales y desarrollar nuevos mercados, oportunidades de acceso al sector financiero, a la última tecnología, desarrollando proyectos con aliados empresariales del sector privado. Ahí está el reto.