Es difícil hacer un balance al final de un año como el 2021 que ha sido tan atípico y que venía de una gran disrupción con la pandemia. Uno siente que solo con más tiempo podrá entender por qué y cómo se dieron los sucesos que lo marcaron y cuáles y que tan perdurables serán sus efectos hacia el futuro. La crisis social que vivimos en la primera mitad del año generó una respuesta que logró cosas que parecían difíciles. En el caso del Valle del Cauca, dio surgimiento a una macro-iniciativa social, desarrollada en conjunto por múltiples entidades y construida con diversos sectores sociales que dio respuesta rápida a los reclamos y necesidades que se manifestaron con fuerza en ese periodo. La pregunta que surge es si este tipo de iniciativa de trabajo, o por lo menos algunos de sus elementos, son una respuesta coyuntural o si puede convertir en un nuevo modelo para trabajar los temas sociales hacia el futuro
Con el estallido social que siguió al paro nacional del 28 de abril Cali y el Valle del Cauca vivieron una crisis social sin precedentes en los últimos años. Más allá de las demandas de los grupos que se movilizaron y de las acciones de violencia organizada que la permearon, la protesta y las acciones asociadas a ella evidenciaron desesperanza, frustración y rabia profunda ante las carencias, la desigualdad y los obstáculos que muchos enfrentan para desarrollar una vida digna. Fueron meses de parálisis económica, destrucción de bienes públicos y privados, polarización y violencia desbordada.
En medio de ese panorama sombrío sucedieron hechos esperanzadores, que dejaron ver la capacidad de resiliencia y trabajo en equipo de las diversas comunidades. Una iniciativa que surgió en esa coyuntura, como respuesta a la crisis social que se estaba haciendo evidente, fue Compromiso Valle. Este es un esfuerzo que reúne múltiples actores del sector privado, de la sociedad civil, de agremiaciones y de las comunidades, alrededor de seis líneas clave de trabajo: seguridad alimentaria, proyecto de vida, empleabilidad, liderazgo, emprendimiento y educación.
Los aportes iniciales han provenido en gran medida de empresas y donaciones individuales. En cinco meses de trabajo, esta iniciativa ha logrado llegar a más de quince mil personas y en el 2022 alcanzará por lo menos 30.000.
Quienes hacemos parte de Compromiso Valle entendemos que una solución definitiva a las problemáticas sociales que vive la región requiere de cambios profundos que toman tiempo y ajustes institucionales complejos. Sin embargo, también reconocemos que aún en el contexto y con el arreglo institucional actual, colectivamente podemos hacer mucho más que lo que veníamos haciendo para ayudar a solventar necesidades esenciales, brindar oportunidades a quienes más excluidos han estado y apoyar a personas y comunidades para que mejoren sus condiciones de vida. Si el 2021 nos hizo más conscientes de las problemáticas sociales que aún tenemos, también mostró la importancia y relevancia del trabajo de muchas fundaciones y ayudó a consolidar nuevas formas de trabajar.
La respuesta al reto que nos planteó este año difícil ha permitido afianzar el trabajo de sector fundacional y avanzar en algunas acciones que lo fortalecen.
Una primera lección está en que una de nuestras mayores ventajas es la capacidad de respuesta ágil frente a retos inesperados. Las conversaciones entre manifestantes, el estado local y nacional fueron tensas y prolongadas. La respuesta a los compromisos acordados ha sido demorada, tomando en cuenta los tiempos propios del sector público. Por el contrario, la sociedad civil logró avanzar más rápido no solo en generar confianza y entenderse con sectores de los manifestantes, sino en dar una respuesta concreta en la forma de un plan de trabajo en marcha.
Esta capacidad de respuesta no es una reacción sin fundamento, sino que está sustentada en el bagaje de aprendizaje y desarrollo metodológico de varios años. Las fundaciones del Valle del Cauca tienen una valiosa experiencia en desarrollar soluciones a problemas sociales, evaluarlas y aprender de su implementación. Al surgir una necesidad nueva o mayor, ese aprendizaje y bagaje sirvió para ofrecer soluciones probadas.
Este año también llevó a replantear la relación entre el mundo empresarial, las fundaciones y las comunidades. Aunque el sector empresarial ha apoyado por muchos años fundaciones e iniciativas sociales, el lado empresarial y comercial se ha mantenido en buena medida desconectado del trabajo social. La crisis y la respuesta a ella sirvió para alinear mucho más los intereses y el trabajo de algunas empresas con sus fundaciones, a que los líderes de los grupos empresariales se involucraran directamente en el trabajo diario de sus fundaciones y resignificaran en buena medida su labor hacia la sociedad.
La idea de co-crear soluciones lleva un tiempo en boga. Sin embargo, pocas veces he visto que se dé en la forma en que ha sucedido en este caso. En Compromiso Valle vimos cómo se definieron líneas estratégicas en un proceso de escucha y conversación activa con manifestantes, se priorizaron programas que se fueron incluyendo según se iba identificando su necesidad y potencial en visitas y reuniones y se hicieron ajustes a metodologías existentes y construcción de nuevas en las que personas activas en la movilización social tuvieron un rol principal en ese diseño. Compromiso Valle fue una iniciativa cuya forma definitiva fue emergiendo de conversaciones entre múltiples actores.
Por último, esta iniciativa ha permitido volver realidad el anhelo del trabajo colectivo. En el sector fundacional en general tenemos un buen relacionamiento entre organizaciones y hay múltiples ejemplos de trabajo en alianza. Sin embargo, frente a la crisis del 2021 se dio un proceso de trabajo colectivo a una escala que no se había dado antes en la región. Lo más importante es que se ha hecho de forma organizada, creando sinergias entre organizaciones según su experticia y capacidad y reconociendo los aportes de cada una. Además, ha integrado entidades de diferentes tamaños y trayectorias. Estos avances nos plantean algunos retos hacia el futuro, relacionados con los desarrollos positivos que se han dado:
Cómo sostener la empatía de los sectores más privilegiados de sociedad hacia las personas más vulnerables.
Tomando en cuenta esta experiencia, como podemos seguir trabajando a futuro en macro-iniciativas que articulen a un número importante de fundaciones y otras organizaciones de sociedad civil para lograr un mayor impacto colectivo en áreas estratégicas. De forma relacionada, articular estas macro iniciativas al sector público y a la visión estratégica de ciudad o región.
Cómo podemos profundizar los canales de comunicación, participación y construcción colectiva para que diversos sectores de la sociedad contribuyan activamente en la ideación e implementación de iniciativas sociales.
Por otra parte, tendremos que estar atentos a la calidad de la implementación al escalar significativamente metodologías que han mostrado buenos resultados a una escala menor. El reto de aumentar el alcance de proyectos sin perder su efectividad no es menor.
En tiempos difíciles con frecuencia emergen respuestas ambiciosas. El 2021 y lo que suceda en el 2022 puede marcar una nueva forma de trabajo para el sector fundacional del Valle del Cauca, en asocio con otros sectores de la sociedad. Una forma de trabajo más ambiciosa, de mayor impacto, más integrada y mejor conectada con las comunidades.
Por: Juan Camilo Cock Misas – Director Ejecutivo Fundación Alvaralice