«Fui a buscar mi casa y de ella no encontré sino vestigios fragmentados de su rastro adheridos con las uñas a una placa que en vida de la casa anunciaba un colegio que había heredado el nombre de mi padre.»
MARÍA DEL SOCORRO GÓMEZ ESTRADA
(Fuente: El Tiempo)
LAS PERSONAS MAYORES HAN SIDO TESTIGOS del paso de la historia y de la transformación del espacio por diferentes motivos. A veces, como resultado de nuestras propias acciones, otras por determinaciones de los demás; incluso, por manifestaciones de la naturaleza o la violencia.
El siguiente testimonio, recopilado por la Escuela Virtual de Historias en yo Mayor, proyecto conjunto de la fundación Saldarriaga Concha y la fundación Farenheir 451, da clara muestra de esa potente relación de cambio que afecta no solo la vida de quienes allí vivieron, sino la de todo un país y la de futuras generaciones. Amarre su cinturón y disfrute de este viaje a la transformación de nuestros lugares, guiados por el testimonio y las experiencias de nuestros mayores.
LA CASA QUE NO ME LLEVÉ…
POR: MARÍA DEL SOCORRO GÓMEZ ESTRADA
I
Fui a buscar mi casa y de ella no encontré sino vestigios fragmentados de su rastro adheridos con las uñas a una placa que en vida de la casa anunciaba un colegio que había heredado el nombre de mi padre. Busqué entre las paredes nuevas algo que me hablara de la infancia que dejé dormida en sus cimientes pero no quedó nada…
Y la nueva casa se cuidaron de hacerla sin memoria y sin cuarto para calentar recuerdos ajenos. Al principio me desesperé por lo que creí un holocausto pero viéndolo bien, la casa que está ahora y que invadió lo que fue mío, hasta tragarse el aire de mis primeros amores, no tiene la culpa… El problema es mío por no haber llevado la casa conmigo cuando la dejé. Y el problema es mucho más grave porque confiada en que mi casa de niña siempre estaría esperando por mí, fui dejando en casas sin rostro el resto de mis años. Con la casa demolieron además de mi infancia la única esperanza que tenía de encontrarme…
II
TRATO DE ROMPER la cortina de humo que me separa de lo que fueron mis viejos días… Alcanzo a ver algunos muros de mi casa de infancia y las sombras de quienes la habitaban conmigo. Como luciérnagas se asoman los ojos de muñecos perdidos en el rincón de un patio y escucho el eco de risas suspendidas. Del calor de los abrazos y de las palabras comprometidas no queda sino el silencio. Y hoy, yo, cada día más perdida y huérfana de mí.