Por Juan Camilo Cock, Director Ejecutivo de la Fundación Alvaralice
No es exagerado afirmar que el COVID-19 tomó al mundo por sorpresa. En cuestión de un par de meses pasó de un brote regional de un nuevo virus en la China a ser una pandemia global con el potencial de colapsar sistemas de salud y producir números elevados de fatalidades. Casi de repente, se han adoptado una serie de medidas que, por prevención, restringen la movilidad y la actividad económica, acompañadas de esfuerzos por mitigar su impacto entre los actores económicos y los sectores más vulnerables de la población.
El COVID-19 y las medidas para prevenirlo plantean numerosos retos y preguntas a las fundaciones que trabajamos en lo social con poblaciones vulnerables. De repente tuvimos que cerrar oficinas, restringir visitas a los territorios que se atienden y detener actividades grupales. Además, las prioridades para las comunidades con las que trabajamos cambiaron. La pérdida de ingresos, la necesidad de proveer alimentos suficientes durante el aislamiento, la formación y educación no presencial y la convivencia en el ámbito del hogar pasaron a tener prioridad sobre otras necesidades.
Para las fundaciones, la crisis trae preguntas a corto, mediano y largo plazo. A corto plazo la prioridad es el bienestar de las comunidades con quienes trabajamos y la necesidad de ajustar, o posponer, actividades de proyectos para poder cumplir con ellos. A mediano plazo nos enfrentamos al impacto desproporcionado que la crisis de salud y la contracción económica pueden tener sobre las poblaciones más vulnerables. Así mismo, nos enfrentamos a incertidumbres con respecto a la financiación de proyectos hacia futuro. Las empresas y fondos filantrópicos van a ver sus finanzas disminuidas, posiblemente reduciendo la cantidad de recursos que invierten en proyectos sociales. Las prioridades del sector público también van a cambiar. A largo plazo sospechamos que está crisis va a producir cambios perdurables en las prioridades de la sociedad, en las formas de relacionamiento y en los arreglos institucionales, pero ignoramos cuáles o qué tan profundos van a ser esos cambios.
¿Cómo hemos enfrentado estos retos desde la Fundación Alvaralice? Primero, un poco de contexto. La Fundación Alvaralice es una entidad pequeña que existe desde el 2003 por iniciativa filantrópica de la familia Garcés Echavarría y que trabaja por la inclusión y la reconciliación, en especial en la ciudad de Cali. Su operación se financia a través de una donación anual de la familia y con los aportes de varios cooperantes a sus proyectos, los que se enfocan en cuatro temas: generación de ingresos, educación y cultura, acción cívica y reflexión y diálogo. Alvaralice tiene un portafolio variado de iniciativas. En algunas trabaja directamente con personas para transformar sus condiciones de vida y oportunidades. En otros casos, la Fundación apoya a organizaciones de base comunitaria en su trabajo en el territorio. Por último, Alvaralice contribuye con información, datos y reconocimientos para aportar a mejores políticas públicas y visibilizar el trabajo de iniciativas comunitarias.
- Atender la emergencia: alimentos y medidas de autoprotección
Las primeras medidas que tomamos con la llegada del virus a Colombia fueron de autoprotección del personal de la Fundación y de nuestros participantes en proyectos: en marzo implementamos medidas de trabajo desde casa, horarios flexibles, protocolos de higiene y distanciamiento de mínimo dos metros en la oficina y en actividades. Así mismo, desde un inicio hemos hecho un esfuerzo grande por promover prácticas de autocuidado entre las personas que participan en los proyectos y en las comunidades donde trabajamos.
Con las medidas de aislamiento obligatorio preventivo las prioridades de trabajo cambiaron. Ajustamos y reorientamos esquemas de trabajo con los cooperantes de proyectos y se suspendieron actividades en grupo. El Tecnocentro Cultural Somos Pacífico, el centro cultural más grande del oriente de Cali, del que Alvaralice es socio fundador, cerró sus puertas por completo. A los participantes de los proyectos de generación de ingresos (Rumbo Joven y Cali Progresa con Empleo: Bono de Impacto Social) y de educación y cultura (en especial un proyecto con personas mayores) se les ha hecho acompañamiento permanente por teléfono.
Alvaralice trabaja en algunos de los sectores más pobres, excluidos y violentos de Cali. Por lo tanto, la seguridad alimentaria de la población confinada en sus hogares ha sido una preocupación central. La familia Garcés Echavarría hizo un aporte adicional para apoyar con mercados a 200 personas vinculadas a los proyectos y comunidad de los sectores circundantes. Con el Tecnocentro Somos Pacífico iniciamos una campaña para entregar mercados a los niños que atienden sus programas, con la cual se han recogido más de 10 millones de pesos para alimentos. Estos esfuerzos se han articulado con otras iniciativas públicas y privadas como la entrega de alimentos por la Alcaldía de Cali y la campaña #UnaSolaFuerza liderada por ProPacífico y la Unidad de Acción Vallecaucana.
- Adaptar proyectos a condiciones diferentes
Una segunda medida, menos inmediata y urgente, ha sido la de buscar formas de adaptar los proyectos de la Fundación para que puedan seguir aportando a las comunidades a pesar de las medidas preventivas. Esto ha sido importante en especial ante la incertidumbre sobre la duración de estas medidas o de que algunas sean permanentes. Los programas de educación y cultura y de generación de ingresos han trabajado en crear contenidos virtuales para que los procesos de formación continúen, en especial con contenidos digitales. Estos contenidos también han tenido ajustes temáticos, haciendo énfasis en promover la salud mental y la convivencia en el hogar.
Los programas de empleabilidad se han enfocado en articularse los sectores que están económicamente activos, generando oportunidades de empleo incluso en estos momentos de crisis. Nuestro proyecto de prevención de violencia con enfoque comunitario, Abriendo Caminos, ha volcado sus esfuerzos en promover medidas de autoprotección en zonas en donde la comunidad en muchos casos ha ignorado las recomendaciones oficiales y en trabajar de cerca con los jóvenes en alto riesgo para que no se involucren en robos o desórdenes. Salud y prevención de violencia se han unido como temas de interés comunitario,
En estos esfuerzos, los diferentes cooperantes con que cuenta la Fundación Alvaralice han sido grandes aliados, mostrando flexibilidad para adaptar, ajustar y extender los proyectos frente a las circunstancias actuales. En este sentido, a diferencia de los sectores comerciales, el impacto económico y de cese de actividades en la Fundación no ha sido inmediato. Otras pueden ser, sin embargo, las perspectivas a mediano y largo plazo.
- El Futuro
Este es, quizás, el reto más grande y, a la vez, más difícil de encarar porque no sabemos bien cuáles van a ser los cambios que esta crisis traigan a largo plazo. Sin embargo, hemos empezado a hacer una revisión de posibles escenarios futuros y a plantear posibles alternativas. Estos escenarios toman en cuenta impactos de la crisis sobre nuestros beneficiarios y cambios en el entorno de nuestros socios. El impacto económico y de salud, por ejemplo, va a afectar con mayor intensidad a las poblaciones más vulnerables. El número de personas pobres y de desempleados va a crecer. Se van a requerir esfuerzos de salud comunitaria para mantener bajo control la posibilidad de nuevos brotes. Con el encierro los indicadores de violencia comunitaria han disminuido, pero se va a requerir de un esfuerzo importante para mantenerlos bajos cuando se relajen las restricciones. Por otro lado, el encierro prolongado profundiza la violencia intrafamiliar y los problemas de salud mental. Por lo tanto, muchas de las problemáticas que conocíamos se verán exacerbadas. Frente a esto, nos enfrentamos simultáneamente a un escenario de menos recursos, producto de la desaceleración económica y la crisis financiera que, en buena medida, es el soporte de muchos de los recursos para proyectos sociales.
En conclusión, debemos prepararnos para la posibilidad de un mundo con necesidades más agudas para la población vulnerable en simultánea con una contracción en los recursos para trabajar por ellas. Esto llevará a tomar decisiones difíciles, de priorizar nuestras acciones con recursos limitados.
Frente estos retos, el mundo de las fundaciones responderá adaptándose, siendo creativo, innovando y buscando formas de ser más efectivos para lograr cambios sociales. La adaptabilidad y capacidad de innovar es uno de las grandes fortalezas de las iniciativas de la sociedad civil. Enfrentar entornos cambiantes y situaciones retadoras no es nuevo para las fundaciones. Por otra parte, la confianza que generamos las fundaciones, nuestra experticia en temas particulares y la red de relaciones interinstitucionales que hemos forjado nos llaman a ser protagonistas en este momento, de tal forma que la crisis actual nos lleve a construir una sociedad más justa, equitativa y resiliente.